martes, 24 de enero de 2006

Oda a la Bruja Averías

Esta noche estrenan House en cuatro, sí ese nuevo canal que está intentando ofrecer contenidos alejados a la telebasura por la que tanto protestamos todos, y que como respuesta tiene unos índices de audiencia baja (no, si cada vez estoy más convencido de que la gente tiene lo que se merece). Una nueva serie con un pequeño toque de mala leche. Si la serie nos da lo que promete el anuncio House se va a incorporar al corazón (si es que tenemos) de todos aquellos que creemos que la ironía, la acidez y la mala hostia son los principios con los que se hacen las cosas. A todos aquello que creemos que una pastelada no es más que una manera vacía de llenar horas tan inútil como una película de Vandame (o como se escriba). Y no es que no me gusten las historias bonitas, pero siempre que estén bien hechas; quizás, y especialmente para los que me conozcan, siempre utilice el mismo recurso, pero un ejemplo de historia bonita sin excesos de azúcar son los cuentos de hadas con los que nos deleita la incombustible Isabel Coixet.

La televisión y el cine se están llenando de subproductos hechos con el sello de familiar, que lejos de significar que gusta a todo el mundo, resulta que no gusta a nadie. Programas como el que ha tenido Concha Velasco en la primera, No muy lejano a aquel que llego a perpetrar Ramón hasta en la sopa y más pesado que un elefante en brazos García, y que la providencia ha hecho que se quite. Otro ejemplo es Lo que inTeresa, subproducto de actualidad con una presentadora que no tiene ninguna ganas de retirarse elegantemente, antes de que las pocas personas que aún la consideran profesional, si es que alguien lo hace, dejen de creer en ella. Señora, que la parte que más se ve su programa esta compuesta por todos aquellos que queremos ver los Simpsom. Que dejen de jodernos con sus historias a medio gas y que series como Padre de familia, Queer as Folk, The L world, y más vayan a parrilla y en Prime Time. Que se programen películas infantiles como Shrek en la que los adultos no nos sentimos estúpidos (y de paso que retomen el formato de la bola de cristal). Que hagan una televisión de calidad. Y lo que es más importante: que la gente lo vea.

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