jueves, 27 de noviembre de 2008

Otro uno de diciembre




Publicado en Dos Manzanas


Se acerca el uno de diciembre, lo que significa es que, durante unos días, los medios se harán eco de la pandemia que azota la humanidad. Habrá quienes se centren en aspectos más médicos, habrá quienes entren el analizar el día a día de un seropositivo, y quienes cedan un hueco para analizar la desastrosa situación que vive África. Un día más, como todos los señalados en el calendario, por una causa. Seguro que hay quienes piensan eso, pero creo que este es uno de los temas que merece más atención y no quedar como un anecdotario, al menos para mí no lo hará.

Quizás deba explicar mi relación con el todo lo relacionado al VIH y al SIDA, una relación peculiar porque los dos tenemos la misma edad, nacimos a la vez, el mismo año, bueno, yo le gané unos meses, pero lo cierto es que jamás viví esa época en la que el sexo a pelo entre dos hombres era posible sin tener que pasar luego meses en vela pensando en sí lo tendré o no. Puede que muchos lo vean como una marcianada, pero las campañas anti-sida marcaron mi infancia. Y una de las que más me llegó fue aquella en la que un profesor hurgando en los vestuarios encontraba un preservativo y al preguntar de quien era todo el colegio se levantaba a grito asegurando que era su posesión. Valiente anuncio, que por un lado me demuestra que nos hemos vuelto un poco mojigatos, y por otro me despertó algo más que la curiosidad. No me acuerdo que edad tendría yo, aunque seguro que Piaget no me habría dado aún la capacidad de razonar en abstracto, pero aquellos alumnos revelándose ante la represión de un profesor, ante esa manera de analizar las bolsas y echando en cara que alguien de los presentes follaban, y todos se levantan diciendo que son ellos (o mejor dicho, asumían que iban a follar porque el preservativo estaba aún en su envase). Rebeldía junto a sexo seguro, el uso del preservativo era un valor. Eso sí era una campaña. Luego siguieron otras poco memorables, aunque recuerdo una en la que aparecían una cantidad de aves increíble que igualaban una gallina a una prostituta dejando a mi candidez con la incógnita de lo que para mí no tenía sentido.

Pero no bastaba. Sabía de sobra todos los métodos de evitar el contagio como un papagayo, pero eso sólo, como un papagayo. Nada más. Así que me puse a prueba y di un paso más. Quería saber qué era realmente el sida y como lo vivían aquellas personas que lo habían contraído por lo que en mi segundo año de prácticas cuando aún estaba en la diplomatura elegí trabajar en una asociación antisida, llegando a estar un año, 9 meses más de lo que me pedía la obligación formal. Y tropecé con una realidad dura, de doble, e incluso triple exclusión social, puesto que la asociación con la que colaboraba trabajaba, sobre todo, que no exclusivamente, con aquellas personas abandonadas y que representan (representaban?) en mayor porcentaje de infectados en la zona, es decir, drogadictos, como se les etiquetaba. Allí me enfrenté a los seropositivos, personas que desaparecían de las campañas de prevención, pero que eran reales; superé miedos y comencé a trabajar no por, sino con ellos. Fue un año agridulce, con momentos felices y otros que nos recordaban que la muerte estaba los planes de algunos, con una salud más delicada. También encontré lo+ positivo, una revista que me acercó a testimonios de primera mano de personas de todas las condiciones y me ayudó plantearme debates que quedaron plasmados en distintos trabajos, de manera que hubo trabajos sobre integración laboral, maternidad, parejas serodiscordantes, etc.

Y hasta hoy. He seguido vinculado con el tema, desde el activismo LGTB con campañas centradas en distintos colectivo así como formación de grupos potentes a nivel nacional que me han puesto más al día, ya no en teoría, que para eso está la información, sino en trato humano, en prevención y cómo llegar a ciertos colectivos. No escribo esto para ponerme medallas, pues ni quiero ni me lo merezco, sino para dar la visión de alguien que nació, como decía aquella canción, en los tiempos del sida, y no se ha acostumbrado a ello, sino que sabe que hay que seguir luchando. Y como muestra, y fin de esta reflexión que comparto con vosotros, mi primer intento de tesis doctoral sobre motivos por los que seguía existiendo un grado alto de contagio entre HSH (como se dice ahora) que retomaré en cuanto termine con la que tengo ahora entre manos.

1 comentario:

Shangay Lily dijo...

Gracias amado Deabrutxiki por este relato. Me has emocionado. Llevo días penando en qué ponerte, ahora sé lo que decirte: aún no ha pasado. Yo viví esos días previos al holocausto y los prmeros días y seguimos viviendo en la epidemia. Por mucho que muchos se empeñen en vendérnosla como una enfermedad crónica, no lo es. Hemos sufrido demasiadas muertes últimamente que nos recuerdan que no lo es.