jueves, 16 de noviembre de 2006

En todos los sitios cuecen billetes de quinientos

Para aquellos que sigan este blog en la espera de encontrar sarcásticos comentarios acerca de alguna situación audiovisual o una de esas postales mentales que abren una puerta hacia mi locura personal tengo que comunicarles que lo mismo es que en este caso se lleven una decepción, y es que poniéndome serio, que no sería la primera vez, voy a hacer públicas unas serie de observaciones que llevo tiempo mascando y comentando con personas allegadas o con cualquiera con un gramo de paciencia como para aguantarlo pero que no había hecho públicas hasta ahora.

Os voy a hablar del pueblo en el que me encuentro viviendo en estos momentos por razones ajenas a mi voluntad sino más bien a mi partida presupuestaria, pero ese no es el tema, sino el pueblo en sí, un lugar pequeño en la frontera entre Bizkaia y Gipuzkoa, anónimo hasta que un acontecimiento trágico lo trajo a la primera plana de los noticieros y un circo mediático jaleado por intereses políticos lo mantuvo en ello un rato perdiendo su propio sentido, y sí, para quienes lo hayan intuido les diré que el pueblo se llama Ermua. Y no, tampoco es intención de estas líneas analizar aquellos días con sus posteriores consecuencias, sino la calidad de vida del pueblo.

El otro día me comentaron que una publicación escrita lo describía como el pueblo con menor número de zonas verdes, y bueno, la verdad es que sin alguien se sorprendiera al leer esa noticia sería dudosa su conexión con la realidad. La orografía del pueblo, encajado en un valle, así como el haber visto como su población se multiplicaba por diez cada año sumado a la falta de políticas de construcción y a la masificación de zonas industriales fue lo que hizo conferir a esta localidad el aspecto básico que tiene. Hasta ahí no se puede hacer nada, pues los grandes núcleos que atraían a la población de zonas rurales no les quedó más remedio que hacer de tripas corazón y sacrificar calidad de vida por cobijar a personas recién llegadas y sin hogar y entonces el tema de la corrupción urbanística y recalificaciones estabas lejos de ser pasto de los comentarios de los colaboradores de salsa rosa. El tema es que la mayoría de esos núcleos hiperpoblados y saturados de edificaciones monstruosas que asustan a cualquiera con sentimientos, que don una agresión constante contra el ser humano más que otra cosa están siendo humanizadas. A las voces, antaño, de unos cuantos concienciados que fueron tachados como locos se le une la fuerza de la voz de aquellos que otrora apoyaron estas cuasifaraónicas obras, o que miraron para otro lado en pos de conseguir casas. Y es que el tiempo ha puesto la razón de lado de aquellos que aseguraban que los niños necesitan zonas verdes para poder jugar, que el vivir pegado a una autopista o a una carretera general por la que pasan millares de camino no es lo mejor para las vías respiratorias o que el tener el tren dando bocinazos cada poco frente al balcón puede generar estrés por contaminación acústica.

El tiempo y los ediles no corruptos o presionados por grupos ecologistas, más la asimilación de lo importante que es la estética en la arquitectura urbana está comenzando a paliar esa situación en algunos lugares. Pero otros lo ignoran. Y ahora retomo el tema de este pueblo que he mencionado. Y no voy a acusar de corrupto a nadie, pues no es esa mi obligación, pero me gustaría que todo el mundo pudiera asistir al dantesco espectáculo que presenta este pueblo, cuya población ha comenzado a decrecer por zonas colindantes pero que no ha visto detenida su ansia constructora, al revés, ha hecho desmontes varios por construir más y más edificios a precios desorbitados, y no se ha preocupado de poner una puta zona verde, excluyendo a dos o tres jardineras con unos arbolitos, que ridículamente se burlan de los ciudadanos que las ven mientras sus críos juegan en parques de cementos mientras que el árbol más grande que ven en la ciudad es un ridículo tronco enfermizo incapaz de hacer su labor de pulmón urbano. En serio, no quiero acusar a nadie de nada, pero esta situación bordea lo kafkiano en cuanto a surrealista, con persona que ni siquiera se dan cuenta de lo que sucede, que lo toman por normal. ¿Habrá alguna manera de pararlo?

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