lunes, 3 de abril de 2006

Primtemps

Parece ser que los días vuelven a ser largos, que las nubes oscuras y opacas del cielo dejan paso a los claros y al calor. Los cuerpos vuelven a reconciliarse con ellos mismos, huyendo de ser presas de capas y capas de ropa que, como cebollas, nos mantienen en capas. Momento para descubrir si la malograda dieta de la alcachofa ha sido capaz de permitir a aquellas que la idolatran como una nueva religión pueden permitirse el ponerse el bañador del año pasado. Vuelven también las montañas de pañuelos de papel amontonados junto a la cama, floreciendo como capullos de celulosa impregnados de las sustancias que nuestras narices vierten tras ser polinizadas por las gramíneas. Viene la época en las que las depresiones aumentan, pero también en la que la sangre se altera de manera alocada y nos convierte a jóvenes y viejos, no dejando ni siquiera indiferentes a aquellos que utilizan cilicio a juego con la camisa, y nos convierte en hormonas andantes. Los sudores aumentan y la gente se desprende de la ropa mostrando cuerpos, insinuando formas, sugiriendo placeres.

Llega la primavera

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