lunes, 19 de abril de 2010

El principio de la victoria


Hace unos días que están circulando unas declaraciones, a veces corregidas por algunos, otras veces exaltadas por otros, pero que vienen a ser unas más en ese continuum de insultos que vierte la Iglesia sin más al colectivo LGTB, en este caso para limpiarse sus casullas del bochorno de la pederastia en sus filas y sotanas. Y sabéis, no me voy a cabrear, no voy a rebatir diciendo que la mayoría de las abusos a menores se dan en familias tradiciones y tienen orientación heterosexual, no, voy de esa vela hoy, porque, sinceramente, estamos muy lejos de ese punto, vamos, que lo hemos dejado años luces atrás. No hay vuelta de hoja. Para mí sólo lo siguiente puede considerarse una salid digna, democrática y efectiva ante esto:

- El Estado debe romper cualquier lazo con organizaciones, el tipo que sea, que promueven el odio hacia parte de su ciudadanía y se basan en creencias para intentar guiar la política de todos, creamos o no, máxime si esos acuerdos son preconstitucionales y redactados bajo un régimen dictatorial que usurpó el verdadero poder del pueblo.

- Que se denuncie a cualquiera de esas personas, o a la organización en sí, por incitación al odio. Además, sería más que conveniente que se formulara una legislación que cubriera los delitos de homofobia, lesbofobia y transfobia en su totalidad, desde la realidad específica del colectivo.

- Avanzar hacia un estado laico, y no multiconfesional, en el que la religión no sea más que un aspecto privado equiparable, a nivel político y judicial, al ser miembro de un equipo deportivo o de una asociación cultural.

- Alejar para siempre los símbolos de estado de los confesionales, y abolir figuras como funerales de Estado religiosos. Si eso no fuera posible, por lo menos se agradecería que se pudiera firmar un testamento vital para que la gente pudiera rechazarlo.

- Permitir transparencia en la apostasía para todas aquellas personas que fueron bautizadas sin su conocimiento, y con unos padres presionados socialmente en la mayoría de los casos, de forma total y atendiendo a la ley de protección de datos. Borrando todo el registro.

Esto sería un comienzo de los movimientos necesarios para que podamos avanzar en un estado real, en donde el poder emana del pueblo y de su razón, no de la imposición de creencias personales.

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