No nos viene ahora la iglesia a anunciarse para recaudar fondo. Me río. Por supuesto, que como cualquier grupo tienen derecho de hace todos los anuncios que quieran, y no voy a ser yo, quien ahora vaya a decirles que no. Pero, dentro de esta mente maquiavélica que me caracteriza y que me hace pensar más allá de lo que sucede, aparece tintineante una idea maliciosa. ¿Qué pasaría si fuera un colectivo gay quien hiciera lo propio: una campaña para promover los derechos LGTB (sí, sí, aún queda por lo que luchar por muchos que algunos lo nieguen), o para buscar nuevos socios para sus actividades.
Sencillo. Tendríamos el cristo montado, y nunca mejor dicho.
Y todo porque esa coalición tiene puesto en el colectivo LGTB s nuevo anti cristo, su nueva razón de lucha para salvar la humanidad. ¿Y por qué? Pues que nadie les da bola y se tienen que aferrar a los pocos sectarios que tienen en su seno.
Así que a mí no me pidan dinero, que no me pidan que colabore con su causa, porque puedo ser bueno (ejem) pero no idiota como para ayudar a unas personas cuyo mayor afán es insultarme.
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