Hoy me toca hablaros de un tema relacionado con la actualidad, y no, no voy a hablar de la supuesta blanqueadora de peineta, sino del festival de eurovisión. Já, diréis, otra marica hablando de ese pseudo espectáculo que presume de hermanamiento de televisiones públicas en la época de la tele por cable. Bueno, quizás hace unos años yo habría pensado lo mismo. Y vale, es cierto que a día de hoy sigo sin considerar las actuaciones musicales como el paradigma de la nueva música ni como la cantera de nuevas promesas. Es más, odiaría que así fuera, puesto que eurovisión perdería su encanto.
Gracias al efecto pigmaleón, para mí este espectáculo carecía de ningún atractivo, es más, me parecía un anacronismo para personas que recordaban tiempo en lo que se cantaba a las camisas blancas. Ni siquiera la fiebre OT hizo que me interesara por el mismo, es más, todo lo contrario, ya que este programas estaba muy unido con los que antes mencionaba. Pero un día lo vi, y me quedé hechizado. Era el sumun de lo camp, de lo kistch, era puramente queer. O al menos a mí me lo parece. Dentro de sus bailes folclóricos de países que aún se encuentran por ver tiempos mejores, veo elementos que me recuerdan a los números de El mago de Oz (salvando las distancia, obviamente) en cuanto a ser …… maricas. Esa es la palabra. Un festival maricón pagado con el dinero público de todos los europeos. Y quien no lo vea así, pues es que necesita gafas. La estética, el tipo de canciones y el plumerío cada vez más evidente hacen que uno se sienta como en casa. Por eso me gusta eurovisión.
Y cuando entra España me sonrojo, y lo digo de la peor manera posible. Y es que países en los que la homofobia es el pan nuestro de cada día se atreven con números que no ocultan para nada su orientación mientras que este país, con leyes muy avanzadas, socialmente no ha dejado de ser el país de pandereta, toros y olé, con paella y tíos bravos y mujeres apasionadas, que envío wannabes de Lola Flores o tíos armarizados. Si hasta la Pequer ha omitido de la actuación de Serbia cualquier relación con el rollo bollo que impregnaba y que daba gusto verla junto a esas chicas sacadas de las primeras películas Bond, o en reconocer la identidad sexual de la ucraniana. Y no hablar de los eufemismos que se ha tomado con Francia.
Si este país quiere demostrar que está avanzado y que socialmente hemos mejorado, el año que viene en ese escenario debería estar La Prohibida.
3 comentarios:
No puedo decir más que totalmente de acuerdo...
Na mais puedo decir!
me alegro que coincidamos. En cuanto al tema música tengo bastantes enfrentamientos con mis amigos, así que de vez en cuando una crítica a favor se agradece.
jajajajajajajjaa, vaaaaaaaaale, tu escribe que ya te hago yo buenas críticas! Sinceras, siempre!
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