Rien, rien de rien
Je ne regrette rien
Con esta estrofa madame Piaf se presentaba casi al final de su corta pero intensa vida ante un público que la deseaba ver, cómo, en contra de la morralla actual que gusta de ver el sufrimiento de los famosos, la gran diva de la canción francesa realzaba su vuelo y remontaba de las cenizas como un fénix. Y lo hizo. Y lo hizo así, diciendo que no se lamentaba de nada. Que lo que pasó pasado esta, pero eso no significa que la vida termine allí, en nuestros errores del pasado, pero tampoco en nuestros momentos brillantes, porque por muy buenos que fueran, ya no están.
La última película en torno a la vida de esta mujer nos muestra su personalidad autodestructiva, pero también todos los elementos que vienen a justificarla. Quizás de un intento de moralina de película made-in-usa se juntas escenas del pasado tormentosos con borracheras y desplantes. No hay que buscar la razón, ella era así, y por eso llegó a donde estuvo. Es como si la corrección política llegara a todos los sitios. Por no decir que obviaron detalles de la sexualidad de esta mujer que incluso hoy en día parece incómodo mencionar.
Pero incluso entre el planteamiento confuso de la película que te hace estar más atento a si está hablando de su infancia o del presente (el montaje creo que queda un poco desconcertante) nunca esta de más acercarse a la figura de esta mujer.
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