Hoy voy a retirar el modo irónico de algunos de mis comentarios y poner el modo serio, porque el tema lo merece. Hace unos días asistí a una concentración en repulsa a una serie de ataques transfobos que habías sufridos algunas mujeres en el Estado, llegando incluso al asesinato. A su vez, se aprovechaba dicha concentración para mostrar la repulsa a un ataque homófobo y xenofobo ocurrido en nuestra ciudad. En aquella concentración nos juntamos cerca de 70 personas, lo cuál, llamamos, éxito. ¿Triste verdad? Una ciudad como la nuestra, con tantos pueblos alrededor sólo consiguió 70 personas, es decir, la ciudadanía no movió un pelo por denunciar un acto de estas características, pero es que ni el propio colectivo apareció. Note bastantes ausencias importantes, incluidas las de personas que se toman como referentes en varios aspectos. Está el tema laboral, que puede justificar alguna de esas bajas, yo mismo, con mis horarios me podía haber tocado trabajar, pero pude ir. Pero hay mucha gente que no tenía excusa.
Y es que estas manifestaciones son más que necesarias, en las que deberíamos juntarnos olvidando diferencias pueriles, pues lo que está en juego es la vida y la integridad de todos nosotros además de la lucha por conseguir una sociedad sana, en la que no haya violencia contra nadie por el estilo de vida que lleva. Y es un mometo crucial este, en el que la reseca de dos leyes nos hizo creernos los putos amos, pero aquellas personas que nos odian por hacernos valer cuando ellos no son más que miserables escorias, reductos de una sociedad intolerante, aparecen de nuevo, emergiendo de sus cloacas de las que nunca debieron haber salido jamás, con más ganas de jodernos, con una sociedad cómplice que cree, bienintencionada ella, que como nos dejan casarnos no tienen que hacer nada. Si realmente nos consideran ciudadanos de primera como ellos, como tanto cacarean, es el momento de mojarse y que no ocurran actos como los de Sevilla. De ahí que me alegre tanto la noticia de ambienteG en la que narra como los esperpentos de la familia Phelps no pudieron asediar un nuevo funeral en Canadá gracias, no sólo a la ayuda institucional, sino a la gente que barrió la calle para que nadie atacara con ataques homófobos a los familiares la persona que iba a enterrar.
¿Triste? Pues ya sabéis.
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