“Yo pienso que esto es un suicidio. Para eso no hace falta una facultad universitaria, para eso están esas escuelas talleres que hoy proliferan. La teoría es irrenunciable, la teoría es categóricamente irrenunciable: categóricamente. Porque, además, la teoría te permite ir más rápido, avanzar más en el conocimiento que si tienes que hacerlo con los tropezones de la vida diaria. Ese pragmatismo feroz que se ha extendido, ese how to do it es muy grave, muy grave… Y que conste que no creo que sea universal, porque yo me doy un hartón de dar conferencias por España y constato que hay mucha gente interesada por la teoría. Pero es verdad, con todo, que el repudio a la teoría afecta a muchos: por ejemplo, la falta de estudiantes españoles en los cursos de doctorado sería un reflejo de este problema. Todo esto es grave, porque la ciencia nunca avanza, nunca nada ha avanzado sin el pensamiento teórico. La teoría es irrenunciable. Y su abandono es inducido por esta cultura competitiva, centrada en el mercado, la cultura del triunfar, del llegar rápido. Ésa es, al fin y al cabo, la ética del capitalismo más productivista”.
Estas palabras no son mías, ya me gustaría, sino que las pronunció Román Gubern en una entrevista sobre mitos y medios de comunicación, de hecho son las palabras que cierran dicha entrevista.
Que nadie me entienda mal, no estoy en contra de la formación profesional, me parece un sistema de formación bueno (mejorable, cierto) que responde a unas necesidades técnicas. El problema es cuando, para fomentar este tipo de educación, los anuncios de las instituciones desprecien el sistema universitario que ellos mismos mantienen.
Y es que veo gato encerrado.
La diferencia entre ambos sistemas es que mientras el sistema de formación profesional forma técnicos y trabajadores y el sistema universitario tiene/debería tener como misión formas personas críticas. ¿No será esto quizás lo que quieran evitar?
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