Y Dorothy miraba por la ventana. Esos días de verano le aburrían. Kansas seguía siendo un lugar gris, y más ahora que sus hijos y nietos habían terminado las vacaciones y habían vuelto a casa. Les quería, era cierto, y su hogar era suyo más que nunca, ahora que nadie quedaba, pero echaba de menos a sus amigos y los momentos que vivieron. Hizo mucho para volver a casa, pero no estaba del todo seguro de si eso era lo que quería.
Se acordaba del león, rey de la selva en estos momentos. Un león cobarde que ahora tenía bajos su poder a todos los animales de la selva ajenos a todos los procesos de la ciudad. Habría sabido ser un buen regidor o se habría convertido en un déspota que, aprovechándose de conocer un poco más del mundo de los ignorantes les someterá y les hará explotar sus recursos naturales en nombre de algo que se haya inventado.
Se acordaba del hombre de hojalata, al que los súbditos le aclamaban por haberse deshecho de la bruja dictatorial que les gobernaba con mano de hierro. ¿Les habrá devuelto la democracia o, por el contrario, habrá aprovechado que eran seres sumisos por tradiciones para haber impuesto su criterio en todo?
Se acordaba del espantapájaros, que gobernaba la ciudad esmeralda. La ciudad más próspera de Oz, aunque no tanto como se pensaba de manera que se engañaba a la gente haciéndole ver que representaban un imperio que no eran. La sabiduría de su amigo les habría ayudado a aceptar su ciudad o se habrían puesto a conquistar otros territorios para que nadie se diera cuenta que no eran tan grandes como creían.
¡Qué manera de amargarse! Pensó Dorothy. Aunque el ejemplo de su casa le demostraba que las cosas podían ser así. Nació en un país cuya constitución alababa la libertad y que se había convertido en una maquinaria de intolerancia total. En fin, miró hacia su cama donde Anne dormía relajadamente. Su respiración era plácida y la seguía reconfortando desde el primer día que la conoció y dejó de ser la viuda solitaria que la vida se empeñó que fuera pese a que muchos la desearon males increíbles para quien sólo quiere amar.
No, en Oz las cosas irían bien, aquella tierra era diferente, solidaria. En Oz a ellas las habrían dejado vivir en paz. La época de tornados comenzaba el lunes, lo cual encendió en Dorothy un pequeño brillo de esperanza.
Se acordaba del león, rey de la selva en estos momentos. Un león cobarde que ahora tenía bajos su poder a todos los animales de la selva ajenos a todos los procesos de la ciudad. Habría sabido ser un buen regidor o se habría convertido en un déspota que, aprovechándose de conocer un poco más del mundo de los ignorantes les someterá y les hará explotar sus recursos naturales en nombre de algo que se haya inventado.
Se acordaba del hombre de hojalata, al que los súbditos le aclamaban por haberse deshecho de la bruja dictatorial que les gobernaba con mano de hierro. ¿Les habrá devuelto la democracia o, por el contrario, habrá aprovechado que eran seres sumisos por tradiciones para haber impuesto su criterio en todo?
Se acordaba del espantapájaros, que gobernaba la ciudad esmeralda. La ciudad más próspera de Oz, aunque no tanto como se pensaba de manera que se engañaba a la gente haciéndole ver que representaban un imperio que no eran. La sabiduría de su amigo les habría ayudado a aceptar su ciudad o se habrían puesto a conquistar otros territorios para que nadie se diera cuenta que no eran tan grandes como creían.
¡Qué manera de amargarse! Pensó Dorothy. Aunque el ejemplo de su casa le demostraba que las cosas podían ser así. Nació en un país cuya constitución alababa la libertad y que se había convertido en una maquinaria de intolerancia total. En fin, miró hacia su cama donde Anne dormía relajadamente. Su respiración era plácida y la seguía reconfortando desde el primer día que la conoció y dejó de ser la viuda solitaria que la vida se empeñó que fuera pese a que muchos la desearon males increíbles para quien sólo quiere amar.
No, en Oz las cosas irían bien, aquella tierra era diferente, solidaria. En Oz a ellas las habrían dejado vivir en paz. La época de tornados comenzaba el lunes, lo cual encendió en Dorothy un pequeño brillo de esperanza.
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