A quien encuentre esta carta:
La situación es urgente. Al principio pensamos que no sería para tanto, pero ha llegado un momento que no hay forma de poder salir de esta espiral, que estamos condenados, que cualquier error que cometamos y seremos los siguientes. Nos relajamos, éramos una pequeña ciudad del norte, con un marco incomparable, nos decían, pero todo eso se acabó, ese marco fabuloso se ha convertido en nuestra prisión.
Recuerdo que hace años nos quejábamos de una agenda cultural triste, de una oferta hostelera nimia para la que se suponía una ciudad turística. Y eso debía ser parte del plan, el acabar con los de fuera, pero pareciendo que se les atraía. ¡Qué confundidos estábamos! Al final la ciudad balneario nos ahogó a todos en sus aguas.
Si hubiéramos sabido leer sus señales, su medio de comunicación.
El primero en caer fue Irwin, un pobre espontáneo que tuvo la osadía de aparecer desnudo anta sus victorianas mentes, así hasta que al final se lo lograron llevar. Cartas y más cartas en su Diario Vasco, en el que se exigía en nombre de cosas imposibles, que se le hicieran otras cosas imposibles al buen hombre. El propio diario tomó partido, olvidando incluso temas actuales por dedicarle minutos, y minutos. Al final, ganaron
Luego fueron las bicis, pero ni así nos enteramos. Comenzaron a aparecer cartas en el mismo diario sobre los malos modales de quienes montan en este vehículo. Cierto que a veces van por donde no corresponde, aunque es difícil que te corresponda un sitio en un suelo lleno de agujeros, pero todo se podría haber hablado. El día en el que el propio periódico empezó a escribir sobre el tema debimos haber intuido el patrón. Pero no lo hicimos.
Ahora Donosti es el reducto de los bienpensantes, de esas personas que viven un mundo de plástico enmohecido y nos han aprisionado. Espero librarme de sus trampas, pero no sé si seré fuerte. ¿Por qué no lo vimos antes?
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