viernes, 15 de septiembre de 2006

La niña y la estatua

(QUE CONSTE QUE NO SOY NI BUCAY NI COELLO Y POR EL BIEN DE CUALQUIER SER HUMANO NO PRETENDO SERLO, PERO MIRA, SE ME OCURRIÓ ESTA PEQUEÑA HISTORIA)

La chica que antes era estatua se frotó los ojos. Un líquido salado le resbaló entre los dedos ante su asombro.

- No te preocupes, son sólo tus lágrimas.

La niña que consiguió devolverle la vida se adelantó a su pregunta.

- Pues yo no quiero tener de esto, escuecen en mis ojos y por dentro me siento mal, como si todos mis nuevos órganos se hubieran recolocado de la peor de las posibles maneras.

La niña miró a la chica que antes era estatua con una mirada compasiva. Mucho le quedaba por aprender a esta persona nueva en el mundo no tan nuevo

- Eso que tienes es tristeza, es un sentimiento. Lo tienen todos los humanos alguna vez en su vida y si quieres ser humana lo tienes que aceptar.

- ¿Y cómo lo supera la gente? Me refiero a esto de los sentimientos

- No todos los sentimientos son malos, hay sentimientos buenos como la alegría, el amor, y otros así.

- Pues yo quiero de esos, no quiero llorar, no quiero estar triste. Sólo quiero ser feliz. ¿Por qué no puedo ser feliz?

La niña, pequeña en tamaño y en años de experiencia, pero grande en sabiduría no tuvo duda en contestar

- ¿Y cómo sabrás que estas alegre si nunca has estado triste?

viernes, 8 de septiembre de 2006

La nueva ola

El verano por fin se termina. Empieza la rutina, la vuelta al cole, que para las grandes marcas es tan importante como la vuelta a casa del turrón navideño. Las hojas comienzan a adoptar tonos marrones, los calores dejan paso a las chaquetas de entretiempo y tendremos que volver a imaginarnos los pies de las personas que pasean por la calle. El otoño es tiempo de reflexión y de introspección. Peligroso precedente para aquellos que nunca lo han hecho o que sienten que tienen mucho negativo que sacar adelante.

Para mí este otoño será diferente, el cambio que doy es radical. Por fin dejo de dar tumbos para comprender que puedo ir asentando mi vida, que aquellas cosas de las que una vez renegué acaban de reaparecer brillantes y radiantes para quedarse allí. Evidentemente no significa que mi acidez y mi cinismo se reduzcan, pero sí que a partir de ahora muchas cosas que desconocía cobrarán significado.